martes, 11 de octubre de 2011

FLASH DE MARTES DE NOCHE ESCUCHANDO MÚSICA DE OTROS TIEMPOS

Crecemos, cambiamos, hacemos catarsis, nos metamorfosizamos. Por fuera podemos ser lo opuesto a lo que alguna vez fuimos. No hay fronteras en cuanto a lo que la apariencia física nos determina. Hay ejemplos extremos que comprueban lo que digo. No es que me interese hablar de las cirugías estéticas hoy. ni de tintas de pelo ó lentes de contacto. Pero sí quiero dejar en claro que lo que somos por fuera puede no tener nada que ver con quién fuimos y somos por dentro. Porque la verdad es que por más cambios que tengamos en el exterior; por dentro a veces somos los mismos niños de siete años, los miedos pueden ser los mismos, las metas también.
Cuando era chico tenía este sueño de ser padre de familia, estar casado con una de mis compañeritas de la escuela, de hecho recuerdo que siempre que le pedía un deseo a un panadero le pedía casarme con ella. Esta historia se remonta a cuando tenía siete años. Hoy día puede que me dé terror la idea de casarme con una mujer, sólo pienso en lo miserable que seríamos por vivir en una farsa. Pero la idea de la familia sigue estando bien en lo profundo mío. Creo que estaba más enamorado de la idea de la casa y el perro, y los muebles, y los niños que de la chica en sí. Es una simple fantasía nomás.
Esto funciona de igual forma con los miedos creo, en algún momento de mi infancia me volví un niño muy tímido. Muy reservado, creo que tuvo que ver con el punto de que a los adultos les incomodaba la idea de hablar con un niño distinto. Eso me llevó a mucho rechazo, es por eso que hoy soy un tipo muy cerrado si no es con mis amigos. Le tengo un miedo extremo a la mirada de rechazo de los demás. No sé por qué me impotra tanto la opinión de los demás.
Pero no todo es malo de ser el mismo niño. Me gusta estar en contacto con esa parte de mí. Es esa porción de mí mismo en la que se concentran mis sueños, mis inocencias, No quisiera perder esa parte de mí. Con lo bueno, con lo malo.

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